jueves, 4 de abril de 2013

El maestro ejemplar


Domingo Faustino Sarmiento es un nombre que nos inspira respeto y al que asociamos con grandes logros en nuestro país.
Nombre que fue enaltecido a través de la prensa y la política de su época, la generación del `80. Generación de un sector de la sociedad, podríamos decir un grupo de amigos.
Los mismos que enaltecieron a Rivadavia, Mitre, Alvear, Roca y alguno más. Como ya les dije, su grupo de amigos. Pero también condenaron al desprecio popular a los caudillos y a Rosas, líderes populares.

Es que ahí está el problema, en lo popular.

En los últimos años, gracias al trabajo de historiadores revisionistas, a la fuerza de las convicciones del gobierno nacional y de agrupaciones sociales, se han bajado varios cuadros. Literalmente el cuadro de Videla, pero también otros del inconciente colectivo, como en el caso de Roca, Saavedra, entre otros.

Desde un movimiento nacional y popular, tenemos que replantearnos quiénes son nuestros próceres, por qué lo son y si deben seguir siéndolo.

El valor máximo, que ha ganado el mérito de su apodo, es ser “el padre del aula”. El principal impulsor de la educación pública en nuestro país.
Paradójicamente, este mismo personaje, aborrecía lo popular, separaba la civilización (su clase y las conductas de la misma) de la barbarie (lo que quedaba fuera de la civilización, los pueblos originarios, los gauchos, sus costumbres, etc.). Estableciendo un paralelismo con la concepción del mundo de los romanos, en su época de apogeo, donde ellos eran la civilización y las demás culturas eran la Barbarie, lo inculto, lo
salvaje.

Sarmiento era una persona de avanzada en lo intelectual, estaba al tanto de las ideas de su tiempo en el mundo. Por ese entonces, las sociedades capitalistas industriales demandaban y exigían la adaptación de los sujetos a la maquinaria social, que requería mano de obra que nutriera el aparato productivo.
En este contexto se convierte tan necesaria la escuela, como dispositivo de transmisión y apropiación cultural. Es decir, para formar obreros e introducirlos en dicho sistema.

Pero, citando a Arturo Jauretche en “Los profetas del odio y la yapa”:
“La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América transplantando el árbol y destruyendo lo indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no según América”.
“La incomprensión de lo nuestro preexistente como hecho cultural o mejor dicho, el entenderlo como hecho anticultural, llevó al inevitable dilema: Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar –si Nación y realidad son inseparables-“.

Es decir que, para Sarmiento, progresar no significaba evolucionar desde la propia naturaleza de las cosas, sino derogar la naturaleza de las cosas para sustituirla.

Con estas citas se nos aclaran muchas cosas, incluso que llegan a nuestros días muy fuertemente. Ya Sarmiento comenzó a persuadirnos para que miremos hacia afuera, o hacia adentro, pero a los civilizados (que imitaban a los de afuera).
Sarmiento decía:
“¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Son unos indios piojosos, porque así son todos.
Incapaces de progreso. Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”

Esta cita también nos trae al presente y nos recuerda el pensamiento de mucha gente que, maquillando su discurso, siguen diciendo lo mismo.
Entonces, lo que “el padre del aula” quería, era eliminar todo vestigio humano de Americanismo, para implantar aquí a europeos (sajones preferentemente) y a ellos sí, darles educación pública y gratuita. A ellos, a los de afuera.

Nosotros homenajeamos como el máximo educador a quien fue el mentor de la “Campaña al Desierto”, quien fue el impulsor de la “desnacionalización” o también podríamos decir de la “des-americanización” del país, quien aborrecía a las clases populares, las que ahora mayormente concurren a las escuelas públicas y lo homenajean en cada 11 de septiembre. Homenajean a ese que los aborrecía, que decía que hay que exterminar hasta al más pequeño (¿habrá presentido lo del voto a los 16?).

Reflexionando sobre problemáticas actuales, con esta perspectiva, vamos a poder entender mejor el rechazo que implican las restricciones al dólar, o a los viajes al exterior, entre otras cosas. Y claro, si hace más de 140 años, salvo algunos pequeños períodos, que nos han inculcado sobre valorar lo extranjero ante lo nacional. Y de eso Sarmiento sí fue padre.

Esta nota es con motivo a la celebración del día del maestro, pero según la misma, el motivo por el cual se celebra el 11 de Septiembre, no debería existir. Por lo tanto, y para no quedarnos sin día del maestro, humildemente quisiera proponer que se cambie la celebración para el 4 de abril, día en que la policía mató a Carlos Fuentealba en una manifestación docente.

Sería contraponer dos clases distintas de educadores:
Por un lado, Sarmiento, quien sin contemplar la realidad social y sin percatarse que todos esos planes de escritorio que desarrolla son para personas de carne y hueso, vivientes y cálidas; piensa la escuela como funcional al sistema capitalista productivo, donde se necesitan obreros, pero de determinada raza.

Por otro lado, tenemos a un simple maestro, podríamos decir uno más, un individuo, pero también podríamos decir uno más entre tantos, un miembro de la sociedad, del colectivo docente, que es asesinado por la policía, en medio de una manifestación por sus derechos, por los derechos de los docentes, y por lo tanto, por el bien de la educación. Una persona comprometida con su realidad social.

No podemos cometer el error de abstraer la educación del contexto histórico-social, y esto sucede en un marco de cambio de época, donde se comenzaba a revalorizar la educación para todos y se comenzaba a recuperar esa educación que fue bastardeada por mucho tiempo. Pero todavía quedaban resabios de otras épocas, que guardan el recuerdo de defender otros intereses, con pocos beneficiarios, pero muy poderosos.

En el Mausoleo de San Martín, en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, descansan los restos de San Martín, como general y estratega de los logros conquistados, también están los restos de los generales Gregorio Las Heras y Tomás Guido, como mano derecha del Libertador; y además están los restos del Soldado Desconocido de la Independencia, que son los restos de un soldado sin identificar, pero tiene principalmente un hecho simbólico, el cual es homenajear a todos los soldados que dieron su vida por la patria.

En este mismo sentido creo que es necesario darle a la celebración del día del maestro un motivo más digno, el de homenajear con la vida de Fuentealba a todos los maestros que día a día dan su vida en pos de la educación pública de nuestro país.


(Originalmente, esta nota fue pensada para publicarse el 11 de Septiembre, pero debido al cacerolazo ocurrido cerca a aquella fecha, quien escribe, prefirió postergarla para ser publicada en el que, a su criterio debería ser el día del maestro.)