jueves, 4 de abril de 2013

El maestro ejemplar


Domingo Faustino Sarmiento es un nombre que nos inspira respeto y al que asociamos con grandes logros en nuestro país.
Nombre que fue enaltecido a través de la prensa y la política de su época, la generación del `80. Generación de un sector de la sociedad, podríamos decir un grupo de amigos.
Los mismos que enaltecieron a Rivadavia, Mitre, Alvear, Roca y alguno más. Como ya les dije, su grupo de amigos. Pero también condenaron al desprecio popular a los caudillos y a Rosas, líderes populares.

Es que ahí está el problema, en lo popular.

En los últimos años, gracias al trabajo de historiadores revisionistas, a la fuerza de las convicciones del gobierno nacional y de agrupaciones sociales, se han bajado varios cuadros. Literalmente el cuadro de Videla, pero también otros del inconciente colectivo, como en el caso de Roca, Saavedra, entre otros.

Desde un movimiento nacional y popular, tenemos que replantearnos quiénes son nuestros próceres, por qué lo son y si deben seguir siéndolo.

El valor máximo, que ha ganado el mérito de su apodo, es ser “el padre del aula”. El principal impulsor de la educación pública en nuestro país.
Paradójicamente, este mismo personaje, aborrecía lo popular, separaba la civilización (su clase y las conductas de la misma) de la barbarie (lo que quedaba fuera de la civilización, los pueblos originarios, los gauchos, sus costumbres, etc.). Estableciendo un paralelismo con la concepción del mundo de los romanos, en su época de apogeo, donde ellos eran la civilización y las demás culturas eran la Barbarie, lo inculto, lo
salvaje.

Sarmiento era una persona de avanzada en lo intelectual, estaba al tanto de las ideas de su tiempo en el mundo. Por ese entonces, las sociedades capitalistas industriales demandaban y exigían la adaptación de los sujetos a la maquinaria social, que requería mano de obra que nutriera el aparato productivo.
En este contexto se convierte tan necesaria la escuela, como dispositivo de transmisión y apropiación cultural. Es decir, para formar obreros e introducirlos en dicho sistema.

Pero, citando a Arturo Jauretche en “Los profetas del odio y la yapa”:
“La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América transplantando el árbol y destruyendo lo indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no según América”.
“La incomprensión de lo nuestro preexistente como hecho cultural o mejor dicho, el entenderlo como hecho anticultural, llevó al inevitable dilema: Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar –si Nación y realidad son inseparables-“.

Es decir que, para Sarmiento, progresar no significaba evolucionar desde la propia naturaleza de las cosas, sino derogar la naturaleza de las cosas para sustituirla.

Con estas citas se nos aclaran muchas cosas, incluso que llegan a nuestros días muy fuertemente. Ya Sarmiento comenzó a persuadirnos para que miremos hacia afuera, o hacia adentro, pero a los civilizados (que imitaban a los de afuera).
Sarmiento decía:
“¿Lograremos exterminar los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Son unos indios piojosos, porque así son todos.
Incapaces de progreso. Su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado”

Esta cita también nos trae al presente y nos recuerda el pensamiento de mucha gente que, maquillando su discurso, siguen diciendo lo mismo.
Entonces, lo que “el padre del aula” quería, era eliminar todo vestigio humano de Americanismo, para implantar aquí a europeos (sajones preferentemente) y a ellos sí, darles educación pública y gratuita. A ellos, a los de afuera.

Nosotros homenajeamos como el máximo educador a quien fue el mentor de la “Campaña al Desierto”, quien fue el impulsor de la “desnacionalización” o también podríamos decir de la “des-americanización” del país, quien aborrecía a las clases populares, las que ahora mayormente concurren a las escuelas públicas y lo homenajean en cada 11 de septiembre. Homenajean a ese que los aborrecía, que decía que hay que exterminar hasta al más pequeño (¿habrá presentido lo del voto a los 16?).

Reflexionando sobre problemáticas actuales, con esta perspectiva, vamos a poder entender mejor el rechazo que implican las restricciones al dólar, o a los viajes al exterior, entre otras cosas. Y claro, si hace más de 140 años, salvo algunos pequeños períodos, que nos han inculcado sobre valorar lo extranjero ante lo nacional. Y de eso Sarmiento sí fue padre.

Esta nota es con motivo a la celebración del día del maestro, pero según la misma, el motivo por el cual se celebra el 11 de Septiembre, no debería existir. Por lo tanto, y para no quedarnos sin día del maestro, humildemente quisiera proponer que se cambie la celebración para el 4 de abril, día en que la policía mató a Carlos Fuentealba en una manifestación docente.

Sería contraponer dos clases distintas de educadores:
Por un lado, Sarmiento, quien sin contemplar la realidad social y sin percatarse que todos esos planes de escritorio que desarrolla son para personas de carne y hueso, vivientes y cálidas; piensa la escuela como funcional al sistema capitalista productivo, donde se necesitan obreros, pero de determinada raza.

Por otro lado, tenemos a un simple maestro, podríamos decir uno más, un individuo, pero también podríamos decir uno más entre tantos, un miembro de la sociedad, del colectivo docente, que es asesinado por la policía, en medio de una manifestación por sus derechos, por los derechos de los docentes, y por lo tanto, por el bien de la educación. Una persona comprometida con su realidad social.

No podemos cometer el error de abstraer la educación del contexto histórico-social, y esto sucede en un marco de cambio de época, donde se comenzaba a revalorizar la educación para todos y se comenzaba a recuperar esa educación que fue bastardeada por mucho tiempo. Pero todavía quedaban resabios de otras épocas, que guardan el recuerdo de defender otros intereses, con pocos beneficiarios, pero muy poderosos.

En el Mausoleo de San Martín, en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, descansan los restos de San Martín, como general y estratega de los logros conquistados, también están los restos de los generales Gregorio Las Heras y Tomás Guido, como mano derecha del Libertador; y además están los restos del Soldado Desconocido de la Independencia, que son los restos de un soldado sin identificar, pero tiene principalmente un hecho simbólico, el cual es homenajear a todos los soldados que dieron su vida por la patria.

En este mismo sentido creo que es necesario darle a la celebración del día del maestro un motivo más digno, el de homenajear con la vida de Fuentealba a todos los maestros que día a día dan su vida en pos de la educación pública de nuestro país.


(Originalmente, esta nota fue pensada para publicarse el 11 de Septiembre, pero debido al cacerolazo ocurrido cerca a aquella fecha, quien escribe, prefirió postergarla para ser publicada en el que, a su criterio debería ser el día del maestro.)

martes, 28 de agosto de 2012

¿Qué significa (hoy) El Eternauta?



La derecha ignorante y torpe que pretende gobernar en la Argentina ha cometido otro de sus grandes desatinos. Más grave que el del policía Palacios con el que pretendía cuidar nuestra seguridad. Más grave que la designación del desdichado y resentido Abel Posse, lleno de odio hacia los jóvenes. No, este error ofende profundamente a nuestra cultura y a la concepción de la defensa de la vida en la Argentina.
Aclaremos: ¿por qué El Eternauta es el símbolo de los nuevos jóvenes y también de los veteranos como el que escribe esta nota? Oesterheld nace en 1919. Fue el maestro de nuestra generación. De la generación que creció durante los años cincuenta. Hizo las mejores historietas (o literatura dibujada, como exactamente definió ese arte Oscar Masotta) de esos años. Primero en la revista Misterix, luego en Hora Cero y Frontera. Sé que esto no significa nada para el político joven, tan joven que lo desconoce todo, que gobierna la “culta” ciudad de Buenos Aires, que lo ha preferido dos veces contra un verdadero, auténtico intelectual como lo es Daniel Filmus. Pero eso ya está. Ahora tenemos al pibe, al hijo de un sólido hombre de negocios que ha acumulado una fortuna tan enorme que puede imponerlo todo o casi todo (aunque, según creo, no se siente muy orgulloso de su vástago, de su eterno recién venido al mundo, que ni hablar sabe, ya que tienen que soplarle al oído lo que debe decir). Detengámonos en este aspecto (no lateral) de la personalidad del joven Macri: a él le soplan al oído porque ignora el ABC del arte de la política. Simplemente estaba más cómodo en las farras de los noventa que en la densidad histórica de la América latina del siglo XXI. Como a él le tienen que “soplar”, supone que a los jóvenes de La Cámpora o del Movimiento Evita y otras agrupaciones también “les soplan”. Les soplan los perversos que quieren hacer de ellos otra cosa de lo que deberían ser. Y ellos (al ser ya eso que no “deberían ser”, al haber sido sometidos por el Mal) les “soplan” a los otros niños lo que a ellos les soplaron, tratan de convertirlos en lo que ellos son, tratan de infiltrarse en sus mentes. La palabra infiltración es la palabra fundante de la derecha, sobre todo en el campo de la educación. Cuando mataron (en 1976) a los curas palotinos de la iglesia de San Patricio, los carniceros escribieron en las paredes: “Esto les pasa por envenenar las mentes de nuestros jóvenes”. Uno se pregunta: ¿no harían lo mismo si pudieran? Posiblemente: la derecha es tan cruel como cada coyuntura se lo permite. Ya habrá algún organismo que tiene bien anotados en un fichero infame los nombres de los que tratan (hoy) de robarles lo que “esencialmente” les pertenece: la Patria, que es “la casa”. Y si algo quieren es eso: que no les tomen la casa.
Veamos: tratemos de que el pibe entienda. Oesterheld (salvando las terribles barreras ideológicas) fue, para mi generación, nuestro Walt Disney. Sólo que no era macartista, ni la jugaba para el lado del imperio. Pero fue alguien que deslumbró, que iluminó nuestra imaginación, que la disparó hacia lo infinito. Hoy, todavía, yo podría dibujarle al pibe un Sargento Kirk en menos de cuatro minutos. Me inscribí en una Escuela de Dibujo, a los seis o siete años, para poder hacerlo. También podría dibujarle un Pato Donald, porque también lo amé de niño, y a Mickey (menos) y al Super Ratón: muchísimo. (Le puedo dibujar un Súper Ratón en tres minutos. Cuando quiera se lo hago. Así se entretiene con héroes que le seguirán gustando, ya que puede entender sus adorables andanzas, no las de Juan Salvo. No se preocupe: a mí también me gustan, ya que nunca dejaré de ser un niño.) Pero (además de serlo) crecí, sufrí, me hice hombre y nunca olvido, sobre todo, a Juan Salvo y sus compañeros. Primero me enamoré del Sargento Kirk, un desertor del Séptimo de Caballería que tomaba una decisión que marcaría su vida: elegía estar con los indios y no con su ejército. Elegía estar del lado de los indios. Vea, eso nos enseñó Oesterheld: a estar del lado de los indios, de los que siempre pierden, de los desplazados, de los masacrados, de las víctimas. Max Horkheimer decía: “Sólo una historia merece ser escrita: una que siempre mire desde el lado de las víctimas”. (Otro día le explico quién fue Max Horkheimer. ¡No le voy a hablar de la Escuela de Frankfurt cuando está en juego la vida del Eternauta!)
Hacia fines de los cincuenta (vea, fue el 4 de septiembre de 1957), en Hora Cero, aparece El Eternauta. La historieta era más que novedosa. Ante todo, sucedía en nuestro país, en Buenos Aires. Por esos años estábamos también subyugados por las revistas mexicanas. Que copiaban a las de EE.UU. y traían a los personajes de los dibujos animados. Pero esto era distinto, otra cosa. Era una historieta “para grandes”. Oesterheld ya nos sentía crecidos. Y nos largaba El Eternauta para que entendiéramos las asperezas de la vida. Juan Salvo (el argumento se sabe) juega al truco con sus amigos en la buhardilla de su casa. Empieza a nevar. Esa nevada mata. En 1982, en SuperHumor, escribí una nota que se llamaba “La nieve de la muerte cae para todos”. Ya identificaba a la nevada asesina con la dictadura de Videla. En 1981, en Medios y Comunicación, Juan Sasturain había publicado su memorable Carta al Sargento Kirk. Cuando le habla de Oesterheld, el viejo, le dice que le fue mal. Que siguió siempre eligiendo a los indios. Pero “perdió amigos, el buen nombre en las editoriales, cuatro hijas. No es mucho en un país lleno de sangre; es demasiado para un hombre solo”. A partir de 1975 (le aclaro, pibe, para que vea qué difícil es todo), no estuve de acuerdo con los indios a los que se unió Oesterheld. Me fui con otros. Pero el Gran Cacique se había muerto y la confusión era muy grande. Entre otros motivos, porque el Gran Cacique también se había equivocado, y mucho. Decían que estaba enfermo. Pero su enfermedad tenía una sintomatología que siempre lo llevaba a cagarnos a nosotros, los indios jóvenes que lo habían traído al país. No sé si hay síntomas de izquierda o de derecha, pero le aseguro que los del viejo eran de derecha. Y que nos jodió fiero. Sin embargo, Oesterheld siguió con otros pequeños caciques de una pequeña tribu a la que ya no seguían las grandes mayorías de las grandes tribus que el Gran Caudillo, al menos, había sabido convocar. En fin, ésta es una cuestión interna. A usted le interesa otra. Que no les arruinen la mente a sus pibes, ahí, en las escuelas. Le cuento un poco más. Sasturain termina su Carta a Kirk de un modo positivo y (¡ya lo creo!) corajudo para los años que corrían: lo invita a volver a luchar. “Supongamos (...) que hay algo urgente por hacer y con sentido: salvar a la muchacha, defender a los indios o cualquier otra causa abierta. En eso estamos.” La nieve que empieza a caer en marzo de 1976 cae para todos y a todos mata. No pregunta, asesina. No hay justicia. Ni para los indios que eligieron pequeños caciques que se fueron a pelear desde la distancia, una gran, gran distancia protectora. Ni para los indios que murieron en insensatas contraofensivas que los soldados de la caballería enemiga, racista y criminal exterminó de la peor manera. Ni para los indios que no teníamos caciques, pero tampoco paz. Porque estábamos en el país de la muerte. Ese país era el de nueva nevada. Todos los que la nieve mataba eran inocentes. Porque la nieve asesina no preguntaba, no tenía ni respetaba leyes; culpables eran todos. Mataba sin juicio previo. Sin fiscales ni defensores. Y los indios que caían no regresaban jamás. Sus familias pedían por ellos y nada. No había un cuerpo sobre el que llorar. Una tumba donde ofrecerle reposo y llorarlo y hasta rezarle o hablarle, locamente hablarle. Así se fue Oesterheld. Se lo llevaron, lo desaparecieron. Y a sus cuatro hijas: Beatriz (19 años), Diana (24), Estela (25) y Marina (18). En cautiverio, se dice (y seguramente es cierto: aunque, ¿puede usted concebir un sadismo tan exasperado, pibe, cree que algo de esto yace en cualquier mensaje que provenga de El Eternauta o del Nestornauta que tan obsedido lo tiene?), le mostraron, con macabra prolijidad, las fotos de los cadáveres de sus cuatro hijas. ¿Cuánto tiene que sufrir un hombre? ¿Cómo la bestialidad humana, el asqueante sadismo, el placer por el dolor del otro, pueden llegar a atrocidades tan inconcebibles? Acláreme ese punto, por favor.
Nuestra generación amó a Héctor Oesterheld y se crió leyendo sus excepcionales historias, su literatura dibujada. Ahora, mañana mismo, voy a seguir dando un curso que trata sobre la literatura en tanto compromiso político. Los grandes autores que he elegido son: Borges, Walsh y Oesterheld. Creo que es la primera vez que Héctor Germán está ubicado donde merece: entre los más grandes escritores de nuestro país. El Eternauta es, para nosotros, el símbolo del héroe que lucha junto con sus amigos contra la Muerte. Luego conocimos esa Muerte. La padecimos. Perdimos amigos. Familiares, muchos se fueron. O fuera del país o arrojados vivos al Río de la Plata, cuyas aguas, desde entonces, son símbolo de la muerte. Los hijos de nuestra generación encontraron –por fin– un político que les pareció primero confiable, luego querido y después se les murió. Ese político –en un 25 de mayo de 2005– dio un discurso y la televisión lo tomó en primer plano y detrás de él estaba... ¡la madre del Eternauta! ¿Puede creerlo, pibe? Estaba Elsa Sánchez de Oesterheld, que lloró a su marido (al que culpó durante mucho tiempo y al que luego entendió y hoy ha vuelto a amarlo), que lloró a sus cuatro hijas, a un yerno y a un nieto. Estaba porque ese político sabía quién era. Nadie, ningún periodista, al día siguiente, sacó una nota sobre el hecho. No reconocieron a Elsa. Yo sí, y seguramente otros también. Pero –para alegría de Elsa, que tanto necesita alegría y vida y afecto, en fin: que la amen– publiqué al día siguiente, en este diario por supuesto, una contratapa que se llamaba: Elsa en el palco del 25. Vea, pibe, si de ahí, al menos inconscientemente hubiera surgido un empujón, aunque pequeño, que llevara –con justicia– a identificar a ese político (usted sabe: a Néstor Kirchner, que también se les murió a los jóvenes que tanto lo lloraron) con El Eternauta estaría tan orgulloso que el corazón me golpearía el pecho como un caballo desbocado. (¿Sabe la fuerza, la potencia de un caballo desbocado? Pregúnteles a sus amigos de la Sociedad Rural, que tanto bendijo el golpe que nos llevó a Oesterheld.)
En fin, para resumir y que usted (y quienes lo rodean o, absurdamente, creen que usted puede gobernar si no le soplan) entiendan algo: El Eternauta fue el símbolo de mi generación, de esa “generación diezmada” que Kirchner mencionó en su primer discurso, y los jóvenes de hoy lo saben y han decidido que también sea el de ellos; el símbolo, ¿no? El símbolo de la lucha por un país más justo, más libre, más democrático, que respete de una vez para siempre a todos los indios, a todos los morochos y a toda la buena gente. Ese es el mensaje. Eso significa el tan temido (por usted y sus consejeros: porque usted, y disculpe, sin consejeros: nada) Nestornauta. Nada mejor que ese mensaje de vida y de respeto por el otro. Y de amor por la política como medio de transformar un mundo a todas luces injusto, el mundo que usted representa, y de transformarlo sin violencia (porque la lección se aprendió: con la violencia se pierde porque es el arma más poderosa de los soldados y tienen muchas y tienen una crueldad y un desdén por la vida que nadie de los de este lado podrá tener jamás) y con respeto por los otros y por la igualdad, por la justicia, por el mundo de los héroes anónimos pero unidos, por los héroes como El Eternauta. Ojalá estas líneas sirvan para que usted comprenda a los jóvenes de hoy, que no son los que están de su lado. Aunque, tal vez, hasta ellos entiendan y se vengan para aquí, para el lado de los indios, de los hijos de las víctimas. De Oesterheld.
*Por José Pablo Feinmann, en Página 12, 27/08/2012

martes, 13 de julio de 2010

El sentido común... de algunos

En los últimos tiempos me he dado cuenta que el denominado "sentido común" no es tan común a todas las personas.
Antes de avanzar con el análsis, tendríamos que saber a qué nos referimos cuando hablamos del tema.

"El sentido común es lo que la gente piensa a nivel general sobre un tema en particular. Es un acuerdo natural de las personas sobre algo."

Si nos basamos en el debate por la ley de matrimonio igualitario, fácilmente podremos darnos cuenta de que así no funciona.

Fundamentalmente, en este debate, por un lado se encuentran los que apoyan la postura de la iglesia, institución déspota de pisada fuerte, la cual pide "un poco de sentido común", remitiendose a los preceptos de la biblia, a dios, a adan y eva, a la familia concebida por madre y padre. Preguntándose por el qué diran.

Si para mi no existe dios, por lo menos el de la iglesia (cualquiera sea la religión). Cómo voy a tomar ésto que me dicen si para mi son inventos, cuentos que se escribieron para controlar y someter a la población. Entonces hay algo que anda mal en la definición citada al comienzo.

Y por otro lado, los que razonan en el sentido de ¿por qué no?, ¿por qué los heterosexuales sí y los homosexuales no?. Donde también se tiene en cuenta la evolución de la sociedad y la necesidad de un estado con justicia social e inclusión.

La iglesia se aterroriza pensando en qué va a pasar con la adopción de hijos que van a tener o dos padres o dos madres.
¿Cual es el problema? ¿A donde está lo catastrófico de esto?
Esto servirá para enriquecer a la sociedad, va a suceder como todo, saldrán cosas buenas como malas, como en cualquier familia.

Tambien es entendible que haya gente que no este del todo convencida, que se abstenga para opinar del tema. Pero pasa como con cualquier cambio. Todo cambio cuesta asimilarlo y por que cueste, no quiere decir que sea malo.

Hace unos 200 años, el sentido común establecia que los negros tenian que ser esclavos.

¿Qué paso?

La sociedad evolucionó y se dio cuenta de que son personas como los blancos y tenian que tener los mismos derechos.

 Asi de sencillo.

¿Son personas los homosexuales?
Entonces, ¿por qué no tienen los mismos derechos?

Para cerrar, propongo un cambio en la definición de "sentido común". Según mi criterio, debería se así:

"El sentido común es lo que distintos grupos de la sociedad (influenciada por creencias religiosas, lugar de nacimiento, y demás variantes propios de dichos grupos) piensa a nivel general sobre un tema en particular. Es un acuerdo natural propio de cada uno de los grupos sobre algo."



jueves, 8 de julio de 2010

Ahora que vuelve el "Fútbol para todos"

"¿EN QUÉ SE PARECE EL FÚTBOL A DIOS?

En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales"
Eduardo Galeano


"El fútbol es popular porque la estupidez es popular"
Jorge Luis Borges


"El fútbol es un elemento constitutivo de nuestra identidad, es decir, de nuestra cultura. Aquí nacemos y crecemos jugando al fútbol (hasta soportando fútbol aquellos y aquellas que no lo disfrutan). Como cualquier amor, como cualquier pasión, si ponemos el fútbol por delante de todo lo demás, si le damos un valor desmesurado, claro que corremos el riesgo de engañarnos y adormecernos, y perder de vista cosas más esenciales y definitivas. Pero, si eso ocurre, no es culpa del fútbol. Es culpa nuestra"
Eduardo Sacheri


Referido al "Fútbol para todos", el escritor Rodolfo Braceli opina:
"No hay que perder de vista que, desde la crítica sistemática, se le llama `gasto´ a lo que a veces es `inversión´. Cuando se habla de `la cultura´, jamás se gasta, se invierte."
 
“El Fútbol Para Todos hace a la salud de la población… Es una cuestión de pertenencia, por eso yo estoy muy feliz con que le den el fútbol a la gente... Yo diría que es una inversión, porque el fútbol para la gente que no tiene nada, es un proyecto de vida. Esa pobre gente que no tiene nada de verdad, nada de hacer dramatismo con esto. Sábado y domingo, el día de descanso del tipo, no tiene plata ni para ir a la plaza a veces. Se queda en la casa, con los hijos. Es una escena que se debe estar repitiendo en cientos de miles de hogares en este momento. Son millones de personas. Hace a la salud, porque si vos tenés un proyecto de vida, en vez de aburrimiento, el tedio y los malos pensamientos que te entran un sábado o domingo que no podés ir a la cancha porque no tenés plata, no podés darle a tu familia una satisfacción, tu hijo te pide ir al fútbol porque alguna vez quiere ir, no lo podés llevar; se lo das en casa. Desde el punto de vista humano, filosófico, político es de las cosas más importantes que se han hecho.”
Victor Hugo Morales
 
 
Podría hacer una conclusión sobre todas estas citas, pero prefiero no arruinarlas, está todo dicho.
 
 
PD: está todo bien con Borges. Ésta se la perdonamos, todos cometemos errores.
 
 

lunes, 7 de junio de 2010

Los que crispan

Jóvenes Reflexiones les desea un muy feliz día a los periodistas y celebra la ocasión con un muy buen articulo de Eduardo Aliverti.




Hay que enlazar varios temas pero, si se lo hace con un poco de vocación y capacidad relacionales, la pregunta y la respuesta terminan siendo comunes a todos.



Pasados los festejos del Bicentenario, la enorme sorpresa por su convocatoria y el clima de armonía popular destacado en forma unánime (hasta por cínicos y deprimidos), cualquier recorrida por los medios de alcance masivo indicaría que el país volvió a las andadas de inmediato. Enfrentamientos, acusaciones, advertencias, agresiones físicas. Veamos una radiografía de ese clima reinstalado. Tal vez podamos extraer alguna conclusión que no es novedosa, pero sí categórica respecto de cómo se manipula la información; y de quiénes son, por lo menos, co-responsables de crear esa atmósfera de fastidio. Acaso se suponía que, después del desconcierto por la masividad de los actos patrios, era esperable una contrición de ciertas figuras y corporaciones mediáticas. Porque casi todo el mundo –aunque, naturalmente, algunos en voz muy baja– coincidió en apuntar que la participación y la alegría callejeras, de hace dos semanas, revelaron una ruptura bastante clara con el ambiente social mostrado por la prensa hegemónica. Al no haber sucedido que tal diagnóstico tuviera correlato, cabe interrogarse por los motivos de ese persistir en que todo marcha para atrás. ¿Es muy pronto y nadie es tan estúpido como para deschavar así nomás que estaba en una frecuencia sobreactuada? ¿Están encarcelados por la lógica del sensacionalismo como única vía de gran impacto? ¿No se replantearon nada de nada? ¿No creen que deban hacerlo? ¿O quizá se trate de estar cada vez más claro que esto es una batalla política, con los grandes medios dispuestos a seguir disparando con cuanto tengan a mano para defender sus negocios? Hay hechos que desencadenan una reacción obvia y no cabe esperar otra cosa, aunque uno insista en la necesidad de que lo hagan con respeto por la rigurosidad profesional. Es el caso de los hijos adoptados de la directora de Clarín, de quienes extrajeron pruebas escrupulosas para determinar si sus padres biológicos son desaparecidos de la dictadura. Ni siquiera sus propios abogados asentaron disidencias con el procedimiento, porque no tenían cómo. Sin embargo, el coro mediático y sus portavoces de la oposición hablaron de “vejamen”, “arbitrariedad”, “atropello”. En lo periodístico indefendible y en el cotejo moral más todavía –habría sido inolvidablemente digno que hubieran usado su poder para denunciar las violaciones de una carnicería militar que robó bebés–, la obstinación de Clarín en alguna parte se comprende sin llegar jamás a la justificación de la mentira.

En cambio, ¿cómo se explican títulos centrales de portada con las gambetas de Maradona para despegarse de los barrabravas que viajaron a Sudáfrica? ¿Cómo esconderían que el metamensaje, mucho más mensaje que meta, es exhibir a la patota de la concentración argentina en Pretoria como la misma del Indek? No hablamos de falsedad informativa sino de producción de sentido. ¿La noticia más importante del país llega a ser que viajaron barrabravas al Mundial, financiados por el repugnante esquema de complicidad entre el poder político y los dividendos del fútbol? ¿O es que un megagrupo mediático y afines se quedaron afuera de ese negocio, y deben aprovechar cada resquicio para endilgar lo delictivo sólo al Gobierno? Es mínimamente curioso que se acuerden recién ahora de darle cartel francés a la conexión entre hinchas violentos y establishment político-futbolero. Por las dudas, se repite: no es que no sea cierto. Es que no sucedía esta alarma periodística cuando la AFA era socia en la transmisión televisiva de los partidos.

También ocurrió un sugestivo despliegue mediático en torno de que podría ser de un agente SIDE, o de la Policía Federal, la voz anónima que advirtió sobre las pinchaduras telefónicas del macrismo. ¿Y? ¿Cambiaría ese dato la existencia de una banda de espías, jueces y policías dedicada a alojar causas truchas, y comandada –de piso– por gente muy cercana al jefe de Gobierno porteño? En absoluto. Pero sí demuestra que, además de clavar expedientes falsos, se puede plantar información irrelevante como si se tratara de descubrimientos explosivos. Esa producción simbólica se anotó igualmente en los episodios sufridos por Alfredo De Angeli y Eduardo Buzzi. Al primero le acertaron un huevazo. Al segundo le entraron en la casa de su pueblo para robarlo, más una nota que lo invita a callarse. Lo que le pasó a De Angeli se lo adjudicó al día siguiente un sindicato de la carne. Y el titular de la Federación Agraria dice que en un pueblito de 400 casas, donde se conocen todos, es incomprensible que haya sufrido ese hurto y más aún que lo invitaran a cerrar la boca. Precisamente porque se conocen todos, lo extraño sería que un grupo comando externo haya procedido así sin que nadie se diera cuenta. Ergo: lo normal consistiría en que los sucesos fueran endosados a la interna campestre porque, además, ¿cuál sería el sentido común de victimizar a Buzzi justo cuando todo lo que dice, incluyendo haberse pegado a Duhalde, le es funcional al kirchnerismo? Los medios hegemónicos, sin embargo, erigieron a los dos incidentes como producto del conflicto con “el campo”. Tienen la foto congelada. Atrasan dos años, porque ese frente se llamó a silencio gracias a que la soja, los chinos y los beneficios para el circuito ganadero y de tambos le hacen ganar más plata que nunca.

Dos más de una lista que no se agota ahí, ni muchísimo menos. La Presidenta se reunió con sus pares brasileño y uruguayo. Del encuentro con Lula surgió que las diferencias comerciales con Brasil las resolverá la vocación política de acuerdo. Y del cónclave con Mujica, del que sólo interesaba qué se haría con el corte en Gualeguaychú, brotó que la Argentina acatará lo que diga la Justicia. Ergo: si hay que desalojar el puente, se lo hará; aunque cuesta ver a este Gobierno despachando la Gendarmería para reprimir. Resultó –en la apreciación mediática dominante– que las declaraciones de los propios referentes del gobierno brasileño, minimizando los choques por las trabas importadoras argentinas, se convirtieron en que Guillermo Moreno sigue haciendo lo que le da la gana. Y las señales de arreglo con los uruguayos, para salir del laberinto Botnia, fueron resignificadas por la prensa como un retorno del oficialismo sobre sus propios pasos. Lo cual también es cierto, porque nadie debería olvidarse que Kirchner, en su momento, definió a la lucha de los asambleístas como una “causa nacional”. Pero eso no quita que, si en efecto están dispuestos a hacer lo que la misma derecha reclama (liberar el puente) para brindar signos de “madurez” política, la lectura del guiño sea un colmo gataflorístico. Si no hacen nada, es porque están presos, “como siempre”, de la extorsión de un grupejo de manifestantes. Y si tiran un centro, es porque desnudan su debilidad.

¿Quiénes son los que crispan, entonces? ¿Solamente el Gobierno, a través de las “anibaladas”, de no ir a la reapertura del Colón, del enfrentamiento con Clarín? ¿Y qué sería no crispar? ¿Cancelar la ley de medios, digamos? Hoy es el Día del Periodista. Deberíamos aprovecharlo para hacernos algunas preguntas. O para ratificar las respuestas que ya conocemos hace rato.

jueves, 27 de mayo de 2010

"Los pueblos felices..."

Todavía aparecen imágenes en mi cabeza de lo sucedido en los festejos por el bicentenario de la patria, que lo único que hacen, es aumentar mi alegría y emoción.

Imágenes que nunca se me van a borrar. Y en un futuro voy a poder contarles a mis hijos y mis nietos del acontecimiento más multitudinario y alegre de la historia argentina.

Está todo mal, dicen algunos, “en la sociedad se vive un clima de constante crispación”.
A esos les quiero decir: Yo estuve.

Yo estuve y lo único que vi fue alegría. También vi muchas familias, de Bs.As. y del interior, vi un grupo de chicos con remeras de damas gratis y otro con remeras de los redondos, intercambie algunas palabras con un señor de Palomar que trajo a su hijo a ver estos festejos. En el medio de la multitud vi un grupo de señoras mayores, que parecían que recién habían salido de la peluquería, bailando al compás del tamborín (como proponía la música). Tuve la oportunidad de dialogar con un turista inglés que, maravillado con lo que estaba viendo y un poco afligido por los cánticos dedicados a su país, me decía: “En mi país no hay ninguna fecha patria, me gustaría mucho poder sentir lo que sienten ustedes”.

Yo vi chicos y grandes, de todas las clases sociales, sin miradas de desprecio, ni actos discriminatorios, sin provocaciones, sin otra intención que compartir el sentimiento de ser argentino.
Yo vi todo esto al igual que todos los millones de argentinos que estuvieron y festejaron el cumpleaños 200 de la patria y que ahora conocen la realidad.

Yo estuve, y los que dicen que está todo mal, no estuvieron. Y si estuvieron y siguen con lo mismo, están mintiendo.

jueves, 1 de abril de 2010

El magnifico debate entre el Ministro Boudou y el Senador Morales

Vamos a permitirnos por esta vez no publicar una creación propia para citar dos informes de 6,7,8 que realmente valen la pena sobre el debate que se dio entre el Ministro de Economía Boudou y el Senador por la UCR Morales.